7.8.07

Carver
*
" Son las nueve de la mañana. No la he llamado por teléfono, y la verdad es que no sé cómo va a recibirme.
Pero me deja pasar. No parece sorprendida. No nos damos la mano. Ni que decir tiene que no nos besamos. Me hace pasar a la sala. Llevo apenas unos segundos sentado cuando me trae café. Luego empieza a decirme lo que piensa. Dice que soy el culpable de su angustia, que he hecho que se sienta desnuda y humillada.

Que quede claro: me suena tan familiar que no me siento en absoluto incómodo.

Dice: Y entonces te metiste de lleno en el engaño. Tan pronto. Siempre te has sentido bien en el engaño. No, no es cierto. Al principio al menos no era así. Entonces eras diferente. Pero también yo era distinta, imagino. Todo era distinto entonces. No, fue después de que cumplieras los treinta y cinco, o treinta y seis, por esa época, no sé cuándo exactamente, mediada la treintena. Entonces empezaste. Vaya si empezaste. Te volviste contra mí. Te despachaste a gusto. Debes de sentirte muy orgulloso de ti mismo.
Dice: A veces tengo ganas de gritar.
Deberías olvidar los días duros, los malos tiempos al hablar de aquella época, me dice. Párate a pensar también en los buenos, me dice. ¿O es que no los hubo? Le gustaría que dejase a un lado los otros, los malos. Está harta del dichoso tema. Hastiada de oír hablar de ello. Tu cantinela preferida, dice. Lo hecho, hecho está, y el pasado nadie puede cambiarlo. Una tragedia, sí. Bien sabe Dios que fue una tragedia, más que una tragedia. Pero ¿a qué viene volver sobre ello? ¿Es que no te cansas nunca de desenterrar la vieja historia?
Dice: Deja a un lado el pasado, por el amor de Dios. Todas esas viejas heridas. Seguro que en tu carcaj han de quedarte otras flechas.
Dice: ¿Sabes una cosa? Creo que estás enfermo. Creo que estás como una cabra. Oye, ¿no te creerás todas esas cosas que dicen de ti? No te las creas ni en broma. Mira, yo podría contarles un par de cosas. Déjame hablar con ellos; yo sí que podría contarles algo bueno.
Dice: ¿Me estás escuchando?

Te estoy escuchando, digo. Soy todo oídos, digo.
Dice: ¡Lo que he tenido que aguantar, señor mío! Y además, ¿quién te ha pedido que vengas a verme? Yo no, desde luego. Apareces y entras. ¿Qué diablos quieres de mí? ¿Sangre? ¿Más sangre? Pensaba que tenías ya la panza llena ".
*
[Fragmento de Intimidad, en Tres rosas amarillas]

8 comentarios:

Centrofovar dijo...

Qué librazo, Lusmala... a mí me gusta mucho el primer cuento, "Cajas".

T. dijo...

Algo así de parecido le pasa a Allen. Me suena tremendamente esa situación...

Lusmala dijo...

Pues Perry, hay algo de lo que todavía no te he hablado y es de la llamada "actitud carver", claramente motivada por este maravilloso escritor. sabéte muy bienvenido a ella, porque seguramente sabrás aunque sea vagamente a lo que debe referirse. pero aclaro! no es puro nihilismo eh?
Tommi, Allen quién es? me suena...
abrazos!

Hani dijo...

Enhorabuena!
Por fin veo la cara del mentor de nuestra tan cuidada actitud carver.

Lusmala dijo...

Yo no sé si es a mi sola pero hasta me parece guapo...qué opina la Hani de nuestro mentor?

Hani dijo...

Y mirá Lusmala, es el prototipo de hombre que tiene algo...
Ya sabés en que termina ese algo. En ese enamoramiento del tipo obsesivo de lo menos saludable.
;)

Anónimo dijo...

Veo que la Actitud Carver se va extendiendo con éxito... Angelesss... seguid cumpliendo con vuestra misión

ciudadano dijo...

me encanta que siguan difundiendo la palabra... al final conquistaremos el universo y en vez de un librito rojo llevaremos "Haz el favor de callarte por favor" jajajj será divertido ya veran.

Amor, austeridad y empatía.


Os quiero preciosas.